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La inutilidad de la forma de oposición que el PSOE utiliza en el tema del parque Central, y en otros muchos, es particularmente dolorosa cuando ... se comprueba que se acaban de cumplir cincuenta años de la primera decisión de Renfe sobre su el futuro de la Estación del Norte. Sí, lector: medio siglo, cincuenta años de dimes y diretes, de ruegos y preguntas, de gestiones, reclamaciones, reuniones... y demoras políticas.
En 1973, el periódico hizo el ruido necesario ante el riesgo, más que evidente, de un posible derribo de la Estación del Norte. En 1975, finalmente, Renfe movió ficha y dijo que las previsiones del Plan Sur ya no se contemplaban y que la estación central, ahora, estaría algo más al sur de la calle de Xátiva. La Estación del Norte, así, podría ser una reliquia artística, respetada y conservada, con uso comercial, que daría paso a un intercambiador de transporte y al uso de los terrenos ferroviarios no necesarios para construir viviendas que financiarían un parque, el parque Central.
En 1975 era alcalde Miguel Ramón Izquierdo y la expectativa era la del necesario cambio hacia un modelo democrático de vida local. Pero desde la llegada de la democracia, todos los alcaldes, hasta el presente, han tenido que bregar con un ministerio que siempre se ha situado en la trinchera de enfrente y con aspecto de enemigo. El primero en democracia fue Ricard Pérez Casado, que sufrió lo indecible para poder convertir en parque los terrenos ferroviarios de Doctor Lluch. Y después su sucesora, Clementina Ródenas, que alcanzó el soterramiento de vías de la Serrería, pero con esa formulación raquítica, mezquina, que ahora es una dificultad para el desarrollo de la ciudad hacia el mar.
Cualquier estudio que se quiera hacer es inútil: Renfe y el ministerio, con gobiernos de cualquier color, han sido siempre esquivos con Valencia, la gobernaran progresistas o conservadores. Cuando en Madrid había ministros de centro (Sánchez Terán, Garrigues, Álvarez, Ortiz, Arias Salgado, Cascos, Pastor) el resultado venía a ser idéntico al de los ministros del PSOE (Campo, Cosculluela, Barón, Caballero, Barrionuevo, Borrell... Ávalos). Todos, sin excepción, se hicieron una foto en Valencia y dijeron que ya estaba. El Ayuntamiento, mientras tanto, tuvo que arreglárselas, empujando un concurso que ganó la paisajista Gustafson ya el siglo XXI...
No hace falta una profunda investigación para saber que el grueso de las inversiones ministeriales siempre terminaba en Cataluña porque los intereses de los catalanes siempre han estado 'dentro', en el puente de mando del ministerio de Obras Públicas, en dictadura y en democracia. Claro que este refinamiento actual, el de la oposición sistemática del PSOE a las gestiones y proyectos del PP... es nuevo. Y perverso para Valencia y sus intereses.
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