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No, realmente no voy a hablar del excelente libro de María Dueñas, que me perdone mi compañera; ha sido que a mi cabeza ha llegado ... ese título en cuanto me he sentado a hablar de lo que pienso hablar. Espero que al final ustedes lo entiendan y no piensen que ha sido un vil truco de 'clickbait' para llamar su atención. Sucede que últimamente tengo un recurrente de la gente que forma parte de ese grupo de personas que siguen, benditos todos, mis cosas. Mis libros, mis charlas, mis artículos, mis podcast… Si hasta hace poco la pregunta estrella cuando accedían a mí era la de ¿de dónde sacas las ideas para tus libros?, últimamente gana en constancia y repetición otra inquietud: ¿de dónde sacas el tiempo para hacer tantas cosas? Y esto me ha llevado a reflexionar sobre qué le estamos haciendo a nuestro tiempo.
Realmente, sí tengo tiempo para todas ellas y, realmente, eso no me roba tiempo sobrante para ver películas, leer, hacer cosas con amigos o familia y hasta, si me apuran, aburrirme plácidamente porque siempre he pensado que del aburrimiento se saca a veces más que de la hiperactividad. Pensando yo en cómo contestar a esas personas que me miran con admiración injustificada he llegado a la conclusión de que en realidad, más que un uso inteligente del tiempo, lo que estoy haciendo, sin darme cuenta, es un uso mejor cosido.
Me explico: se despierta uno con obligaciones desde la primera toma de consciencia pero sin pensar en que el tiempo que se ha dormido era también tiempo, que si no pones a cargar el móvil durante la noche seguramente a media mañana ya tendrías que detener la actividad o quedarte pegado a un cable hasta que se volviera a cargar. Y gracias a esas horas de recarga, hay una energía que está basada en hacer las cosas cuando hay que hacerlas. Porque ahí es donde creo que fallamos (yo a veces también) a la hora de administrar el tiempo.
Pienso que mucha de esa gente que me pide consejo sobre apurar minutos los apura realmente pero sin saberlo. Pienso, en fin, que la vida actual nos lleva más a desear cosas que a disfrutarlas, es el truco del capitalismo, un cristal delante de aquello que quieres que, sin embargo, no te impide seguir queriéndolo. Me da la impresión de que queremos viajar más, leer más, pasear más, pero que se nos va el tiempo en desearlo. Tenemos, quizá porque cada vez más hacemos las cosas para poder contarlas, que ir al restaurante ideal, ver la serie imprescindible, comprar el vestido ideal y leer el libro que nos dará el estrellato en la próxima conversación y, mientras lo encontramos, preferimos estar en el sofá recopilando información como si la única posibilidad fuera el éxito. Comprueben, si quieren, el tiempo de uso de su móvil de ayer, divídanlo entre las cosas que podrían haber hecho durante ese rato que estuvieron mirando al escaparate. Igual le encajan así las costuras.
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